Fue un derroche perfecto. En apenas dos días lo habían dejado todo para comenzar de nuevo. A ciegas caminaron por carreteras escondidas, huyendo de un hambriento juez. Se deshicieron del ruido, de los impuestos, de la esclava vida. Comprendieron que caminar desorientados les llevaría a remotos lugares, que sus impresiones las producirían dormidos, acurrucados el uno junto al otro. Dibujando la silueta de las miradas perdidas. Juntando las noches y los días, el sol y la luna, dos monedas junto a las tragaperras, dos vasos llenos sobre la barra de un bar vacío y abarrotado de gente.
Silencio, calma, tranquilidad. El tiempo pasa, la vida no se decide hoy, se decidió ayer. Qué mas da ya, si todo lo escrito no se podrá borrar. Aquel corazón, tallado a navaja sobre el torso desnudo de un eucalipto, cogió fuerza e impulso de la ilusión de un amor esperado. Y aquel cuerpo cayó en el vacío del fondo de las aguas, despidiéndose de la luz cegadora, recorriendo la imanación, descomponiéndose al componerse en canto, en grito, en rabia. El sudor del trabajo malcompensó la recompensa en deuda. Y lo pagaron al tiempo, debiendo una vida en la que sin un puto duro viajasen. Aún les quedaban un abrigo, un pedazo de pan, un trozo de vida, un duro para darle de aguinaldo a todos quienes ven en el dinero la moralidad humana.
Juntaron dos monedas junto a las tragaperras, dos vasos llenos sobre la barra de un bar vacío y abarrotado de gente.
Silencio, calma, tranquilidad. El tiempo pasa, la vida no se decide hoy, se decidió ayer. Qué mas da ya, si todo lo escrito no se podrá borrar. Aquel corazón, tallado a navaja sobre el torso desnudo de un eucalipto, cogió fuerza e impulso de la ilusión de un amor esperado. Y aquel cuerpo cayó en el vacío del fondo de las aguas, despidiéndose de la luz cegadora, recorriendo la imanación, descomponiéndose al componerse en canto, en grito, en rabia. El sudor del trabajo malcompensó la recompensa en deuda. Y lo pagaron al tiempo, debiendo una vida en la que sin un puto duro viajasen. Aún les quedaban un abrigo, un pedazo de pan, un trozo de vida, un duro para darle de aguinaldo a todos quienes ven en el dinero la moralidad humana.
Juntaron dos monedas junto a las tragaperras, dos vasos llenos sobre la barra de un bar vacío y abarrotado de gente.