27/4/08

Tiemblo


Cuando me miras y sonríes, tiemblo. Solo el roce de tu piel con mi piel hace que estalle la locura. Como un globo de gas, mi risa se escapa cuando dices tonterías para que ría. Vuela mi imaginación cuando estás a mi lado. Me hago de nuevo pequeña y disfruto con cualquier cosa que caiga entre mis manos; lo mismo una pala e invento un castillo con la arena. Imagino vivir en él. Como nuestro refugio, dejando aparte las princesitas para otros cuentos. Yo empecé a leer un cuento mucho más interesante que esos en los que todo el mundo come perdices.
Me sumergí en ese océano. Como el buceador que baja a lo más profundo y encuentra peces de colores, corales, caracolas... pero por más que baja a las profundidades no ve el tesoro, lo tiene cerca pero no lo aprecia. Tonto de él.
Se para a contemplar la belleza que desprenden los peces con sus colores llamativos y no se da cuenta de que el tesoro que en ese momento le regala la vida se encuentra tras esa roca. La roca por la que ha pasado varias veces y ni siquiera le llama la atención. Pero yo miré más allá de aquella roca. Para mí los peces de colores me fueron indiferentes. Vi la belleza reflejada en aquella roca y sin darme cuenta estaba conociendo lo que había tras ella: un tesoro enorme, un valor increíble. Sin ni si quiera pensarlo me aferré a la roca, la cual nadie se había parado a valorar.

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